Cuando veo tanto hombre, tanta mujer capaz
encerrada en un cubículo
cumpliendo metas (mensuales, no trascendentes)
viviendo una vida que alguien inventó para ellos,
se me viene la idea de celebrar el "Día nacional del resentimiento" o
"Día de la catársis" o que sé yo.
La cosa sería más o menos así:
Una celebración en que se realiza una gran pira (preferentemente en la plaza de armas) en que cada asistente llevará algún elemento de oficina (debe ser propiedad de su empleador. Aquí se trata de liberar rabia, no solidaridad... digo, para que no se confundan). Entre los elementos posibles son altamente apreciados los paneles separadores, no tanto por su poder combustible como por su fuerte simbolismo. Son también destacables: anexos telefónicos, escritorios (de recepción), trozos de alfombra (ideal de alto tráfico), sacapuntas, destacadores, marcadores y, por supuesto papelitos 'post-it'. Quien logre conseguir una corbata de supervisor, asegurará una experiencia inolvidable.
A efectos de disminuir los riesgos y evitar que el fuego liberador se salga de control, el municipio correspondiente proveerá el combustible. También será responsable de coordinar con bomberos las actividades de traslado y utilización de éste; los bomberos regulares se harán cargo de que el fuego esté bajo control, mientras el batallón de pirómanos será el responsable de avivarlo cuando sea pertinente.
Durante la ejecución del acto los asistentes irán llegando a las inmediaciones de la fogata cargando un único objeto-contribución. En una instalación especialmente diseñada para la ocasión, los recién llegados suben por un plano inclinado que los deja a unos cinco metros sobre el centro de la pira. Desde allí lanzan su contribución (digamos una impresora) a las llamas y descienden por un costado hacia la multitud (todo esto en medio de alaridos, saltos y todo tipo de manifestaciones corporales primitivas).
El rito-celebración deberá durar una mañana (en día laboral), quedando el resto de la jornada libre para los empleados, de modo que la empresa tenga tiempo de restaurar y reponer los elementos faltantes.
No será permitido entonar cánticos de ninguna especie ni la articulación de discurso en lenguaje humano conocido.
Se estima que tras cada ceremonia (anual) alrededor de un 0,03% de los asistentes despertará de la ensoñación de su vida y verá, al menos por algunos minutos, cómo es que el mundo emerge desde la nada; ese mundo que momentos antes le pareció concreto y opresivo aparecerá ahora como territorio virgen, inexplorado. Prodrá liberarse de la amargura y el resentimiento por quien o quienes le inventaron el(los) mundo(s) en el(los) que vive y se verá a sí mismo como un creador. Se espera que a lo menos la doceava parte de ellos logre permanecer en ese estado y emprenda una vida (o faceta de su vida) como un verdadero creador de mundos, inventando para otros y, finalmente, contribuyendo a que sus colaboradores y clientes en el futuro tengan la posibilidad de experimentar lo mismo.